ALBERTO (O LA PASION)

Por Fabián Florella

Da mucha bronca. No porque fuera mi padre, el padre de mis hermanos, el abuelo de Lucía y sus otros nietos. No porque nos deje ese hueco en la mesa de los domingos. No porque nos vaya a faltar su regalo elegido con tanto amor y tanto esmero en cada uno de nuestros próximos cumpleaños. No porque a sus 86 años me hablara de sus proyectos, de sus ganas de fundar un medio escrito, de mejorar la radio, de ampliar su casa y hasta de conocer Europa.

Tenía tantas ganas de vivir que llegué a fantasear que pretendía ser el primer inmortal.

La pasión por la vida, la vida hecha de pasión. Daba lo mismo si se trataba de vivir el básquet, de vender ropa o de empuñar un micrófono. No importaba si era el Director Técnico de un equipo de veteranos o de la Selección, si era la estrella del mejor equipo o el último jugador del peor rejuntado; si la nota era con el encargado de un comercio o con el Presidente de la Nación; si el medio que representaba era una propaladora o una radio porteña; si tenía un grabador a pilas en la mano o lo engalanaba el estudio mayor de la radio. No importaba si era periodismo deportivo, agropecuario o político.
Envidié su erudición, su indeleble memoria, sus ganas, su esfuerzo y  su optimismo tanto como sus quijotadas. Pero sobre envidié y envidio su pasión. Pasión para hacer y para vivir. Para soñar y para enseñar.
Pasión por Hilda, su gran amor, por la Argentina, por nuestra ciudad. Pasión por su profesión, sus proyectos, sus hijos y sus nietos.
Pasión por sus amigos, por sus mentores y sus discípulos. Pasión por los hombres y mujeres de Mercedes, sus deportistas y sus dirigentes.
Valió la pena, fue un lujo que nos dimos. Su interminable legado me tendrá abrazando para siempre a la causa nacional y popular, al amor por nuestra tierra, por la celeste y blanca y también por nuestro amado Boca Juniors.
Vamos a continuar Alberto, tus hijos y tus nietos. No con tu inigualable pasión, no con tu inabarcable talento. Apenas con la decencia y la honestidad que también es tu legado.
Y no es poco.

Hasta la victoria, viejo.