El vals que nació de un amor prohibido y recorrió el mundo

La historia de ‘Que nadie sepa mí sufrir’, conocido internacionalmente como ‘La foule’ o ‘Amor de mis amores’, está vinculada estrechamente a nuestra ciudad.

 

 

Angel Cabral no había nacido en Mercedes sino en Villa Luro, el 1 de octubre de 1911, pero amaba estos pagos y, tal como había prometido, una vez que falleció la última de sus once hermanos, Rosita, se mudó de forma definitiva. Su chalet estaba ubicado sobre la Ruta 41, a las afueras del casco urbano, y se llamaba -precisamente- ‘Que nadie sepa mi sufrir’, como el tema que lo inscribió en la historia de la música internacional.

Nacido como Angel Amato, desde muy joven eligió el apellido Cabral para presentarse artísticamente en boliches y peñas de la periferia de Buenos Aires. Tocó mayormente en formato de trío, junto a Juan José Riverol (hijo del guitarrista de Gardel) y Angel Robledo, luego reemplazado por Alfredo Lucero Palacios. En esa época, el hasta entonces guitarrista y cantante empezó a componer y llegó a crear unas 200 canciones entre tangos y valses.

Cuentan que una vez que compuso la letra y la música del valsecito peruano ‘Que nadie sepa mi sufrir’, en 1936, inseguro como era, se lo dio a su compañero de andanzas Enrique Dizeo para que lo corrija y mejore, y fue por eso que compartió con él los derechos de autor, aunque en realidad era una creación totalmente suya.

“Es un lindo valsecito peruano, pero pienso que a mí me tocó el ser supremo con la varita mágica. No lo puedo comprender, sinceramente. Si hay veinte mil canciones mejores…Incluso creo que he hecho otras superiores, pero así es la vida y no me puedo quejar, todo lo contrario, he sido un afortunado. Un gran afortunado”, dijo alguna vez el autor al hablar de su composición más reconocida.

El gran salto lo dio el tema cuando en 1953 Edith Piaf oyó en Buenos Aires una versión grabada por Alberto Castillo y, traducido como ‘La foule’, lo incorporó a su repertorio. Desde entonces tomó vuelo internacional y lo interpretaron figuras de la talla de Julio Iglesias, Charles Aznavour, Plácido Domingo, Franck Pourcel; pero la versión que Cabral más quería era la de Raphael. En la Argentina lo grabaron Argentino Ledesma, Hugo del Carril, Castillo, Carlos Dante, Alberto Marino y tantos otros.

El mercedino Manuel Arriola fue su amigo y apoderado, la persona a la que Cabral le dejó los derechos de la obra. Era además hermano de Lorenza Arriola, a la que se cree que estuvo dedicado el vals. Cabral y Lorenza se enamoraron siendo ella una veinteañera y él, ya un señor grande. Sus padres eran amigos pero la relación no estuvo bien vista y no prosperó. De hecho, Cabral no se casó nunca: murió siendo soltero, a los 85 años, el 4 de junio de 1997, hace exactamente 27 años.

“Nosotros compartimos mucho con Angelito, lo cuidamos, lo quisimos mucho. Compartimos cumpleaños en nuestra casa de la 23, también las Fiestas”, contó por Radio Meridiano Mimí Mónaco, viuda de Manuel Arriola y conocedora de la intimidad del músico y compositor. “El sólo tuvo noción del alcance del tema cuando con las regalías se pudo hacer la casa y comprar la quinta. Le gustaba mucho cobrar su dinero e ir a jugar a las carreras en Palermo y San Isidro”, recordó.

No obstante, Mónaco cree que la mayor difusión la tuvo el tema una vez que Cabral ya había fallecido: “El no llegó a escuchar la versión de Soledad, por ejemplo”. Dicen que una vez Jairo interpretó ‘Que nadie sepa mi sufrir’ durante un concierto en el Teatro Argentino y dijo que desconocía quién era el autor. Y ahí se levantó un hombre sentado en la platea y le dijo “es mía”. Era el propio Angel Cabral, el argentino que con su historia de amor prohibido conquistó el mundo.