Una visita al Hogar Abelito al cumplirse un aniversario del fallecimiento del recordado vecino

El lugar, que funciona en lo que fuera el Instituto Unzué, brinda alojamiento a algo más de veinte niñas, niños y adolescentes cuyos derechos han sido vulnerados en el seno familiar.

 

 

Abel Leopoldo, conocido popularmente como Abelito, fue, quizás, el más recordado habitante del Unzué. Nacido en La Plata en 1936, llegó al Instituto a los siete años de edad y una vez egresado continuó trabajando casi hasta su fallecimiento en Villa Abrille, a los 67, los primeros días de septiembre de 2004. En su honor, el Hogar de Abrigo hoy lleva su nombre.

La imagen característica de Abelito, fallecido hace 19 años.

“Nuestro hogar cumple un rol similar al Hogar Nicolás Lowe”, contó Jorgelina Silva, secretaria de Desarrollo Social de la Municipalidad, para dar una idea de la función que ejerce la institución dentro de nuestra comunidad.

En la actualidad alberga a una docena de niñas y niños y a unos diez adolescentes (la capacidad real es de veinte internos) que ingresan por una “medida de excepción de la Justicia cuando hay alguno de sus derechos vulnerados” dentro del grupo familiar.

En un primer momento se dispone una medida de abrigo por seis meses, en los que un equipo de profesionales trabaja con el núcleo familiar para buscar la reinserción del menor. “Pero si eso no se da, el Juzgado puede determinar que permanezca acá a la espera de su adopción”, lo cual ocurre más frecuentemente con los niños y no tanto con los adolescentes.

En este sentido, Silva lamentó que “la gente no adopta pibes grandes. El problema no es sólo que las medidas judiciales son lentas sino que hay dos mundos que no se encuentran: hay muchas familias esperando chicos chicos y muchos adolescentes aguardando ser adoptados”.

Todos los internos provienen de familias mercedinas. El Hogar Abelito es sostenido económicamente por la Municipalidad, con un aporte de la Provincia, que financia con una beca a cada uno de los residentes. Los niños y adolescentes cumplen allí con las mismas actividades que cualquier otro de su edad: van a su escuela habitual, a actividades extracurriculares, se atienden en el hospital o en un CAPS, “igual que si estuvieran con sus familias”. Los más pequeños salen acompañados por personal del Hogar, pero los adolescentes gozan de mayor independencia.

“Es un hogar abierto, son chicos que no han cometido ningún delito”, remarcó la funcionaria. Cuando cumplen la mayoría de edad “no los largamos a la calle, no. Les tramitamos un subsidio de la Provincia que es la mitad del Salario Mínimo, Vital y Móvil. La mayoría se queda trabajando acá a través de cooperativas y estamos haciendo fuerza para que en un futuro puedan entrar a la planta municipal. A todos ellos se los ayuda a alquilar y conseguir trabajo”, concluyó Jorgelina Silva.